Estudias cine, profundizas en documental, consigues trabajo alquilándote como creativa, te quedas ahí 10 años porque es lo que “da para comer”, pero tus ojos y tu cerebro ven documentales por donde quiera que vas, en todas las personas y en todas las vivencias.

Llega octubre, viene la MIDBO, te vuelas del trabajo para ir a ver documentales que sabes que nunca más vas a tener la oportunidad de ver.

Tienes un nuevo trabajo en donde ya no eres creativa, sino burócrata. Te aburres como nadie. Llega octubre. Te inventas algo, una enfermedad o unas gestiones impostergables, y pides permiso solo para ir a ver documentales de la MIDBO. Escoges siempre los internacionales. Aquellos que te hacen abrir más las pupilas. Esos que, cuando sales de la sala, te hacen pensar: “Yo hubiera podido cinematografiar algo así”. Pero no lo haces. Sigues trabajando porque “hay que vivir de algo”.

Tu propia realidad te sacude, te decides a poner en el papel esa historia personal en forma de documental. Te presentas al FDC. ¡Te lo ganas!

Te inventas algo en el trabajo. Pides una licencia. Haces el documental. Te vuelves autora. Por fin. Tienes tu primera obra personal a los 33 años.

Viene toda la ruleta emocional que significa mandar tu primer documental a festivales. En unos te seleccionan, en la mayoría no. Te presentas a la MIDBO con todo el escepticismo del mundo, porque has visto que muchos buenos documentalistas, incluso miembros de ALADOS, no han llegado a ser seleccionados. La curaduría es muy exigente.

Llega octubre y… ¡te seleccionan tu primer documental en la MIDBO! ¡Felicidad total! Te escapas del trabajo para ir a presentarlo en las proyecciones de Panorama Nacional, que son en horarios difíciles. Pero el honor no es menos.

Estar en la Muestra Internacional Documental de Bogotá – MIDBO, con un documental propio, significa mucho más que un logro.

Significa estar parada en la cornisa de esa ventana que te dejó mirar otros mundos, otras formas de construir significados desde lo visual. La misma que te animó a ser valiente y saltar. Saltar a hacer tus propias cosas. Allí deja de importar el tener o no un trabajo formal, siempre que tengas la oportunidad de seguir mostrando el mundo desde tus ojos, siendo autora, mujer, documentalista.

Le debo a la MIDBO el haberme activado un deseo que durante mucho tiempo estuvo en pausa.