Los siguientes son unos apuntes que relacionan algunos elementos de la Antropología Visual con un trabajo de investigación audiovisual, que aborda la desaparición forzada en comunidades afro e indígenas en Tumaco (Colombia). Corresponden a algunos cuestionamientos que me orientaron durante el trabajo de campo del documental etnográfico ¿Hasta cuándo?, un film que realicé hace tres años y que pretende construir una memoria que sobreviva a la saturación de discursos que circulan en torno a la violencia en Colombia. La vigencia de la cuestión tiene que ver con la impunidad que hay en torno a este delito en el país. 

Por efectos de la guerra, la violencia estatal y la exclusión social, lejos de ser un trabajo aséptico, puramente profesional, ¿Hasta cuando? pretende ser una herramienta para la lucha política y la resistencia social de dichas comunidades. La investigación previa la realizó mi colega Carolina Tejada, bajo el perfil de “investigación solidaria”. El trabajo de campo se realizó en acompañamiento al Colectivo Sociojurídico Orlando Fals Borda (cuyo método es la Investigación Acción Participativa), que apoyó la conformación de un grupo de cantoras, provenientes de dos asociaciones de búsqueda de desaparecidos: Luz de Esperanza y Asociación de Familiares de Desaparecidos del Pacífico Nariñense  (ASFADEPAC). 

En el corto se observan las manifestaciones de la cultura a través de símbolos visibles encajados en una ceremonia del día de los desaparecidos, rituales fúnebres y cantos (alabaos), en los que se evidencia la preparación de actrices, el vestuario, el montaje musical (ensayos) y el performance

El trabajo de campo comprendió tres visitas durante el 2021. El registro audiovisual definió la estrategia más adecuada para la construcción discursiva y estética de la memoria, que aparecía bajo la forma de cantos, cuyas letras son un dispositivo, es decir, un ovillo de líneas de diferente índole: dan cuenta de la labor de búsqueda de las asociaciones e interpelan al gobierno y denuncian la impunidad que han establecido sus prácticas. El registro incluyó las investigaciones de antropología forense de búsqueda de restos óseos en cementerios.

La incorporación a manera de collage de material encontrado (noticias de TV), al metraje original, produce un discurso etnográfico de memoria, crítico frente a la representación del Estado sobre la desaparición forzada en el país, que deja en evidencia la disputa sobre la desaparición en Colombia, mostrando que las formas “realistas” e “ideologizadas” del relato institucional construido por el Centro Nacional de Memoria, han incluido alteraciones que disminuyen las cifras de personas desaparecidas en el marco del conflicto armado. Esto pone de manifiesto que las luchas por la memoria del conflicto son de índole ético, económico y técnico-militar, lo cual se muestra en el desarrollo del documental desde el punto de vista de los actores a través de sus testimonios.

  • Margarita Granja (líder de ASFADEPAC), cuenta que busca a su hijo, que el Estado le ha negado a su grupo el derecho a ser reconocidas como víctimas, y que además les quitó los esquemas de protección, pese a las amenazas que se ciernen sobre ellas.
  • Javier Cortés (Gobernador Awá) es un leitmotiv en el documental. Aparece a lo largo de la película dando cuenta del desplazamiento de su comunidad, el atentado en su contra, las fosas comunes en el territorio, el tratamiento banal y negligente del problema por parte del gobierno, la agudización de la guerra y la connivencia del Estado con otros grupos armados. 
  • Carmelina Valencia (líder Asociación Luz de Esperanza), a quien entrevisté mientras era maquillada para la filmación del videoclip Levanten las voces mujeres, y cuyo testimonio transcribo en este documento, entendiendo que cada decisión de qué incluir (y de qué forma hacerlo), en un documental de Derechos Humanos, implica tomar decisiones tanto estéticas como éticas:

“Este es mi bebé [muestra una foto en una colcha de retazos que contiene imágenes de personas desaparecidas]. 16 añitos tenía cuando él desapareció, y se llama Javier David Riascos Valencia. Me cuentan que a él lo agarraron en el barrio El Voladero y luego de ahí lo metieron a una calle que le dicen La Ocho. Me dicen que lo torturaron, lo despedazaron, le arrancaron la cabeza,  jugaron balón con ella, le sacaron los ojos, se los colocaron en una bolsa, después la metieron en una botella y andaban con ella. Es doloroso para una madre saber esas cosas cuando le generó buenas costumbres a un hijo. Y me pregunto: ¿Qué pasó? ¿Por qué? una cosa donde uno casi no puede hablar ahora, por qué todo es problema. Entonces creemos que cantando podemos sanar un poco, podemos visibilizar, podemos hablar de lo que sucede. Y ese es el motivo por el cual nosotras nos hemos unido como organizaciones, como mujeres, viendo la necesidad que ha habido para mostrar este dolor y que el gobierno sepa que todavía siguen las desapariciones, que sigue el problema, que aunque hubieron unos acuerdos a los cuales muchas personas se acogieron y dijeron que no íbamos a seguir con las repeticiones, que todo acabaría ahí, vemos que no ha acabado y es doloroso ver que todavía siguen las cosas”

Para asegurar un tono políticamente neutral y científico (de autoridad), usé un elemento fundamental: el de la llegada, que fundamenta mi descripción con un “yo estuve allí”. La primera imagen es desde un avión, que mira hacia abajo el territorio de las comunidades a las que iba a estudiar. La estructura narrativa, planteada tras la investigación, tiene tres partes: presentación de personajes (cantaoras y Gobernador); conflicto (búsqueda de desaparecidos y confrontación a Instituciones) y desenlace (no los encuentran y el Gobernador debe salir del territorio).

La labor de construcción de memoria de estos hechos y el relato visual, abarca material de archivo de crímenes que fue filmado por las comunidades Awá. Son imágenes pobres en su resolución, filmadas con teléfonos celulares, cuya autoría es anónima y en las que se observan los cadáveres de personas no identificadas. Estas imágenes, pese a todo, dan cuenta de la catastrófica realidad cotidiana de esta comunidad indígena y apoyan el testimonio de su Gobernador Javier Cortés:

“Desde el entendido de que el pueblo AWA es uno de los que está en vías de extinción. En los últimos años ha sido muy golpeado: tuvimos la muerte del profesor Juan Pablo Prado Bolaños, que fue asesinado, y otro compañero de aquí que era el fiscal del resguardo, que fue asesinado por parte de los actores armados. Y uno al final no sabe quién, porque este territorio está lleno de muchos actores. Desafortunadamente, hoy nosotros nos hemos convertido en un número para que aumente una cifra o una estadística dentro de un informe que sacan los gobiernos, que la toman de manera muy deportiva, sumando cada año para ver cuántos indígenas han desaparecido. Existen fosas grandísimas, grandes, entre otros resguardos como el Ulbí, El Bombo, muchos resguardos. Desafortunadamente nadie llega por allá, nadie va, tampoco nadie se atreve de pronto en algún momento a ir, porque uno, no… uno, trata de cuidar su pedacito de vida, como dicen algunos compañeros, porque hasta hablar eso es malo. Pero esa es la realidad que tenemos. Nuestro territorio se encuentra, a veces, cuando la gente empieza a trabajar en el campo, en los territorios, encuentra usted ya fosas de muchos años ahí, huesos de los muertos, compañeros que han enterrado”.

*Este documental fue realizado con el apoyo de la International Women’s Media Foundation (IWMF) como parte de su iniciativa de ADELANTE en América Latina.