“Algo da miedo en el ejercicio documental. Que toque, como se dice, ‘lo real’ -es decir esa parte de las cosas que guardan su fuerza poética de sorpresa, para todo lo que diverge del orden establecido, que anula programas, que manipulas los controles…- eso siempre da miedo, sin duda, pero no es de ahora, pero no tiene que ver con el cine (eso compete a toda suerte de arte vivo)” (Comolli, 2007, p. 210).

Este planteamiento en el contexto contemporáneo del documental genera varias preguntas: ¿es posible seguir hablando de tal miedo? ¿Mantiene dicha relación con el arte vivo? ¿Logra tocar lo real? No es fácil plantearse hoy respuestas en medio de la confusión que presenciamos con la superabundancia de imágenes en movimiento que inundan diariamente todos los ámbitos de la vida. Tal confusión se expresa en la enorme dificultad de las nuevas generaciones para diferenciar la naturaleza de los contenidos por los que transitan y para entender las implicaciones de tal confusión.

En un artículo del crítico argentino Roger Koza (Koza, 2022) plantea un cuestionamiento a la categoría de hibridez que ha servido en el cine para zanjar la discusión sobre aquello que se sitúa en el intersticio entre la ficción y el documental. En el texto señala cómo tal diferencia entre la ficción y el documental tiene un claro sentido extra cinematográfico y se pregunta, de la mano de varios directores y sus obras, por la compleja categoría de lo real. Lo que me interesa destacar es que la reflexión sobre el lenguaje cinematográfico y su clasificación ha sido quizá la manera de dominar ese miedo que suscita el arte cuando provoca conmoción, cuando interpela y cuando penetra en las entrañas del espectador. Por esta razón, el problema de los géneros y el afán clasificatorio tienen un claro propósito organizativo dirigido a un mundo que busca apaciguar el espíritu del cine y del arte. Lo que habría que agregar es que el propósito fundamental tiene que ver con una discusión más amplia, pues el efecto clasificatorio se hace con fines de mercado. No son dos discusiones que puedan desligarse ni eludirse, menos hoy.

The Smiling Lombana (Daniela Abad, 2018): la compleja categoría de lo real.

 

Las dificultades clasificatorias estarían más en la dirección de lo que señala Comolli cuando habla de objetos difícil de recoger que no se dejan llevar a la categoría mercantil de “producto”, que no desaparecen apenas consumidos (2007, p. 210). Lo que hoy nos anima seguir pensando que las múltiples expresiones de lo real son más necesarias que nunca no son los elogios de la institucionalidad cuando reconoce las calidades artísticas de las obras documentales, ni que nos digan que hay un creciente interés de la industria en este cine de lo real. Lo que perseguimos y por lo que insistimos es porque hemos conocido el asombro, la chispa, la conmoción majestuosa que se produce cuando tras ver un documental sentimos que algo en nosotros ha cambiado, algo se ha revelado y se ha fijado en nuestra memoria. Reconocemos que el lugar marginal que muchas veces se asigna al documental es en parte porque se niega a dejarse domesticar, a convertirse en producto, a adecuarse a las determinaciones formales que exigen las clasificaciones. Y desde este lugar continuaremos trabajando y demostrando que con los elementos fundamentales del gesto cinematográfico es posible descifrar los misterios del mundo.

Pero para no perdernos en este intrincado camino en el que se ha convertido hoy el mundo audiovisual y toda su parafernalia habrá que volver a lo básico, detenernos y mirar la historia, dejar el afán de consumir los contenidos con el vértigo que nos impone el mercado, pero sobre todo buscar la belleza y estimular el pensamiento.

 

Comolli, J.-L. (2007). Ver y poder: La inocencia pérdida : cine, televisión, ficción, documental (1a ed. en español.). Aurelia Rivera.

Koza, R. (2022, febrero 25). LA HIBRIDEZ, ESA CATEGORÍA ANODINA. CON LOS OJOS ABIERTOS. http://www.conlosojosabiertos.com/la-hibridez-esa-categoria-anodina/