Puedes sentarte a mi lado
como un suspiro silente y
solo los para siempre muertos
se acordarán de la muerte. (…)
Sí, nos sentaremos aquí en silencio
a la sombra de distintos años
y la rica tierra entre nosotras
se beberá nuestro llanto
Memorial I. Audre Lorde
La casa, esa noción tan universal y tan íntima. Primera idea del mundo. Lugar de protección y arraigo. La casa, objeto de deseo: el anhelo de la casa, la casa anhelada. La casa, esa región lejana donde memoria e imaginación no permiten que se las disocie. Esta casa (Cette Maison) es un deseo sin imagen, es una casa anclada en la memoria y permeada por el trauma. Una casa invocada por el cine como lugar de posibilidad. El cine no es real, dicen –es la posibilidad de lo real, decimos–. Lo real no tiene representación, dijeron. Hay que imaginarlo.
Cuando Miryam Charles decidió hacer un largometraje se propuso escribir una película sobre el evento de su vida al que más temía. ¿has oído? En el año 2008 encontraron a su prima Terra Alexis Wallace ahorcada en la habitación de su casa. ¿has oído que la niña ha muerto? Terra nació en 1994, tenía 14 años cuando murió en su casa, en Bridgeport, Connecticut, Estados Unidos. En Cette Maison, la cineasta canadiense de origen haitiano aborda este evento traumático convocándonos a un viaje fluido en tiempo y espacio entre Haití, Estados Unidos y Quebec. Viaje en el que colisionan tres desconexiones: muerte, duelo e identidad.
Aquí todo es posible
Una hija y una madre en un jardín secreto. Miryam Charles construye esta película como una casa inmemorial en la que ocurre un encuentro improbable. Tessa (Schelby Jean-Baptiste) fallecida diez años antes sigue viva a pesar de todo y despierta en el jardín de Valeska (Florence Blain Mbaye), la madre en estado permanente de duelo. Tessa acompaña el duelo de su madre. Tengo la impresión de estar desconectada. La película gravita entre lo onírico y lo trágico.
El material fílmico de 16 y super 16mm revela una imagen atemporal, escenas que ocurren en un espacio imaginario se entrecruzan con paisajes como apariciones de la memoria. Parece que la intención sea negar el tiempo, o entregarse a él. Hay una puesta en escena manifiesta, los espacios que nos presenta son como decorados, algunos inacabados, de una obra teatral. Lo primero que sabemos es que hay intervención, aunque nos dicen no muy lejana a la realidad. Como la memoria, Esta casa tiene formas complejas.
Tessa y Valeska visitan el país de origen a través de un mapa y una imagen. El espacio cinematográfico es explorado en múltiples posibilidades, permite el juego de la ubicuidad. Sin ser predecible, la película discurre por el pasado, el presente que es ya un futuro conjurado, y el futuro remoto —el del anhelo—. En Esta casa madre e hija se cuidan el sueño.
Nada de esto es real
¿Qué podrían decir sobre su muerte nuestros seres queridos? Al enfrentarse a través del cine al evento traumático la cineasta no apela a una exposición de lo que realmente ocurrió. La inquietud reposa en otra parte: lo inexpresable. Las escenas se componen a partir de puntos de vista subjetivos ligados a la afectación causada por lo irremediable del hecho. Del acontecimiento trágico no hay intento de recreación. Sí una única evidencia. Díganos la verdad, nada más que la verdad.
En una secuencia desgarradora construida con mínimos elementos, Valeska, alter imaginario de la madre, asiste a la lectura de la autopsia de su hija. En su apuesta estética la película es consciente de sí misma y de la imposibilidad que propone: no puede cambiar lo ocurrido. Intento acordarme de lo que realmente ocurrió. Tessa, alter imaginario de Terra, despierta de un ‘más allá’ en un futuro que nunca vivió, pero también en el pasado, toma consciencia de su muerte, quiere ofrecer algo como un testimonio a cámara —lo intenta— y vive el duelo de sí misma. Yo sé perfectamente lo que ocurrió.
Cette maison hace pensar en la memoria de nuestros muertos, no la que tenemos de ellos o la que construimos sobre ellos. Me siento desconectada. En un gesto profundamente afectivo, la cineasta invoca la memoria de su prima haciéndola presente en una película ritual: algo como una catarsis elegíaca a tres voces. Es una catástrofe.
Una historia imposible
Una isla como un cuerpo yacente, un cuerpo rodeado de agua, permeable. Tras un canto inicial oímos a una voz lejana decir en criollo haitiano: mi corazón está cansado, debo dejar que se hunda hasta el fondo del mar, así llegará a la deriva hasta Haití. La isla es la otra casa, la casa del regreso. Miryam Charles es descendiente de una familia haitiana que migró a Quebec en los años 70. Hay en su obra una constante inquietud por la identidad y una profunda influencia de la isla, de su paisaje, de su historia, de su oralidad. Haití es el origen y el anhelo.
La dispersión temporal que nos propone Cette Maison tiene efecto por lo volátil de un paisaje sonoro minuciosamente elaborado. Afín a la lírica, el relato se configura mediante resonancias. Aquí soy extranjera, aquí estoy desconectada. Además de Valeska y Tessa, la tercera voz que interviene en la película corresponde a la cineasta, quien revisando la historia familiar recuerda el momento justo en que quizás un revés histórico habría cambiado el curso de los acontecimientos. Una vez más, esta historia se volverá a crear sin nosotras.
Cette maison como un memorial dedicado a Terra Alexis Wallace, nos afecta y nos alienta. La esperanza hace vivir incluso más allá de la muerte ¿quién no quiere hacer un banquete junto a sus muertas amadas? En su potencial fabulador hay ante todo una fuerza entrañable que resiste al dolor, la desaparición y el exilio. Una fuerza que nos recuerda que la imaginación es un lugar de resistencia.
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Notas y referencias
Epígrafe: Dos fragmentos del poema Memorial I de Audre Lorde en la antología Entre nosotras (2020) Visor libros.
En esta región lejana [la casa] memoria e imaginación no permiten que se las disocie. Gastón Bachelard en La poética del espacio (11ed. 2010) FCE, p.35
Los textos en itálica corresponden a Cette maison con traducción libre.
Cette Maison. Miryam Charles. Canadá. 2022