Tótem
Dir. Unidad de Montaje Dialéctico
México
65’

Nuestra experiencia como jóvenes programadorxs nos ha confrontado a una serie de preguntas respecto a los afectos que guían el cine emergente estudiantil latinoamericano. Haciendo esta radiografía notamos una fuerte corriente hacia las disertaciones personales; imágenes que se encuentran con la palabra escrita y hablada; composiciones audiovisuales que se hacen preguntas sobre un dolor en particular, la representación en el audiovisual o los fenómenos ambientales relacionados con los movimientos sociales en latinoamérica. 

Dentro de este contexto nos encontramos con el documental experimental Tótem, creado por el colectivo anónimo “Unidad de Montaje Dialéctico” (UMD). El propio nombre del colectivo evidencia la aproximación al monocanal como un dispositivo que incita al debate a través de la imagen cinematográfica. En una revisión a los símbolos que describen una nación, este documental recorre los intersticios del documento, las ficciones y mitologías, mostrando las implicaciones, verdades e incluso contradicciones sobre descifrar el concepto de desaparición.  

El documental abre en un momento de gran efervescencia. Una montaña ardiente se levanta como una provocación en el cielo oscuro; un helicóptero nos muestra el rastro de lo que pudo ser un incendio en una ciudad latinoamericana, hasta que una voz contundente afirma: “Una tarde de 2011, cuando el tráfico estaba en su peor momento; dos pick ups con los cadáveres de 12 mujeres y 23 hombres, en su mayoría jóvenes, fueron abandonados en la avenida Ruiz Cortines.” Creímos que el documental empezaría a lanzar imágenes del incidente. Sin embargo, pasa todo lo contrario. Las imágenes de archivo son testigos de una humarada estremecedora que manifiesta el llanto del territorio; un llanto que revela las memorias de una imagen perdida, de una imagen que se resiste a ser retratada.

Las imágenes que componen la película traen consigo una discreción reveladora, son imágenes que luchan contra la representación buscando ser fieles al discurso de la reconstrucción del símbolo por medio de la desaparición. Cada secuencia de imágenes configura un espacio dentro de la narración que es delimitado por una mirada social, política o filosófica constantemente atravesada por una emotividad vinculada a la desaparición. Simultáneamente cada momento de la narración se enmarca en un tipo de no-lugar; algún espacio solitario, abandonado; opresivo u hostil; de intersticios donde no hay cabida para la vida o posibilidad de reposo tras la muerte son los umbrales geográficos y territorios emocionales que ocupan los desaparecidos. 

El espacio de los desaparecidos es liminar. Su tiempo entonces es plástico, se extiende, se expande, se retuerce y retrocede. A diferencia de la dualidad de la vida y la muerte que contienen esencias, aquí no existen. Los lugares retratados están cargados de un potente significado otorgado por la mirada del colectivo. Estas imágenes que escapan al espectáculo para combatir la representación existen de forma contradictoria en una lucha contra su propia naturaleza. El río, el lago y la montaña son referidos como cuerpos que encubren otros cuerpos. La descripción espacial de complejos industriales y fábricas denuncia la cercanía de estos escenarios y de los poderes que resguardan con la desaparición forzada.

Las imágenes en negativo de los archivos arqueológicos evocan un símil entre las piezas que han sido desenterradas, rescatadas y reubicadas, y los restos humanos que esperan ser descubiertos en aras de seguir escribiendo la historia en función de la verdad. La bandera de México ondea opacada por un sol negro, lo que genera un extrañamiento visual en torno a los símbolos de la propia nación, su identidad y sus instituciones. 

 

La introducción conceptual de lo que implica y rodea la creación de sistemas de represión como la desaparición forzada, corporiza la desaparición. Nombrar aquellas formas en las que se busca eliminar cualquier identificación de los cuerpos nos permite dimensionar los alcances de estos sistemas que contienen procesos de desaparición física y legal que conforman un repertorio violento de represión. 

La necesidad de encontrar símbolos culturales perdidos en la historia nacional resulta en la solicitud de un presidente por buscar una cabeza olmeca sumergida en el río Grijalva. Al percatarse de la imposibilidad de rescatar esta imagen, surge un vacío que pasa a tener una potencia doble en el documental. La figura totémica exige ser vista, pero el vacío de esta figura como la negación de la imagen misma del tótem, es lo que permite que su ausencia sea un lugar de reparación y reconciliación.

Tótem remite nuestra existencia a lo terrenal, a nuestro poder de interpretar los sucesos para generar acciones reparadoras, a nuestra posibilidad de imaginar distintas realidades desde los vacíos y ausencias. Es un documental que no posiciona la cámara frente a sucesos reales, más bien revisa acontecimientos atemporales por medio de imágenes y sonidos metafóricos. El paisaje volcánico de la última secuencia presenta un territorio de cambios y permanencias perpetuas, una especie de infierno al que se puede llegar sin haber muerto, donde las fuerzas de creación y destrucción emanadas por la tierra recuerdan el vínculo fundamental del humano y lo terreno.