Nos acostumbramos a que nos sorprenda el algoritmo. Le dejamos la responsabilidad de sugerir novedades, títulos, lanzamientos. En Spotify nos agrupa las canciones por categorías que parecen distintas, pero son las mismas. En Netflix personaliza los afiches, según el gusto particular de cada usuario, no por pensar especialmente en cada uno, sino por nuestro comportamiento y por la información que brindamos (y que aceptamos entregar). Las plataformas le da pistas al algoritmo y a cientos de servidores para ofrecernos una experiencia que pueda parecernos especial. Y en el camino perdemos la destreza de hacer nuestras propias búsquedas, refundirnos entre los soportes de contenidos y descubrir algo nuevo para nuestros sentidos.
El plato fuerte de la sección convergente en esta edición de La pesadilla de Nanook es una propuesta que se resiste al algoritmo y retorna al factor y al conocimiento humanos. Hemos invitado a distintos jugadores de la promoción y la circulación cinematográfica a que armen sus listas de documentales, con libertad, para que sean esos títulos, agrupados con el criterio particular de cada colaborador, los que entren en diálogo con los lectores y seguidores pasajeros de este kayak.
A lo largo de la revista encontrarán las que hemos llamado doculists aportadas por plataformas como RTVCPlay y Retina Latina, propuestas con impulso público, que conquistan el hostil y competido escenario virtual con contenidos que nos representan y nos narran de diversas formas. También invitamos a instagrammers fanáticos del cine, como @Tercer_Cine y @SirPizza.Alot, a que aporten sus propios listados documentales: es una manera de tender puentes entre la comunidad documental y los creadores de contenidos, obstinados por hacer del cine un tema relevante en una red social caracterizada por la vanidad. Finalmente, está la doculist a lo Nanook realizada por nuestro editor, Hugo Chaparro Valderrama.
Sin duda, hemos visto cómo la inteligencia artificial puede aprender de la estupidez humana y depende de nosotros enviar las señales para que sus neuronas aprendan con algo de criterio y crítica.
Con esta entrega me despido de la edición convergente de La pesadilla de Nanook, un océano al que me arrojó Diego García Moreno sin salvavidas y en el que, entre chapaleos, natación a mar abierto y mucho remaje, me encontré con mis maestros, colegas y amigos. Un abrazo permanente para Hugo Chaparro Valderrama, Amanda Sarmiento, María Margarita Herrera y Vanessa Vivas con quienes seguro nos cruzaremos en otros ecosistemas. Un agradecimiento por la mirada aguda de Alejandra Meneses y Juan Camilo Álvarez. Gracias a mis coequiperos en la finalización de los contenidos: Juan Kai, Carlos Cordero y Mavila Trujillo. A los seguidores de La pesadilla de Nanook, muchas gracias. Les aseguro que salgo de este mar para entrar a otro terreno donde nos encontraremos.