Durante mucho tiempo busqué un espacio para repensar la realidad; cambiar el prisma a través del que estaba mirando lo que pasaba en el mundo. Sospechaba que a esa visión pesimista y simple sobre los hechos le hacía falta algo. En medio de esas cavilaciones me dieron un espacio para participar en La Pesadilla de Nanook y en un número que reflexionaba sobre las catástrofes. Crecí en medio de los cambios tecnológicos y con ellos llegó el desdén por la privacidad y las opiniones llenas de lugares comunes. 

Esto explica porqué en esta edición queremos que el cine – específicamente el documental – llegue a otras audiencias y le hable a nuevos públicos; queremos que resuenen nuestras ideas en las conversaciones de las redes sociales; compartir lo que hemos visto y aprendido haciendo y viendo nuestras películas para ponerlo al servicio de quienes están lejos de nuestro oficio y a quienes, en algunos casos, hemos mantenido al margen por priorizar nuestras necesidades creativas. 

Sabemos que suena pretencioso, pero pensarlo es una forma de reconocer la importancia de nuestro trabajo y del cine documental en la transformación de la sociedad o, al menos, como espacio para huir del tedio y las formas convencionales de entendernos. En medio de nuestros consejos editoriales, mientras unos pensaban en las firmas con las que contaríamos para esta quinta edición, otros nos interesamos por estar en otras plataformas y hablar en otros lenguajes. Así, en el podcast, encontramos una forma de comunicación, de hablar,  de escuchar y ser escuchados. Gracias a  las voces de Agustina Comedi, Jerónimo Atehortúa, Federico Atehortúa, Martha Hincapié y Carolina Navas pensamos sobre el futuro del cine, la reinterpretación de los recuerdos (o el uso del archivo) y la imagen como materia prima. 

También recibimos propuestas diversas e interesantes para nuestra portada, pero sólo podíamos elegir una. Sin embargo, nos pareció que entre las demás se creaba un diálogo que correspondía con la idea de la revista y que se convertirían en una maravillosa galería sobre las catástrofes de lo real. A ello se sumó La ciudad como texto, un interesante trabajo de Carola Ureta, quien, a través de una caminata virtual por las calles de Santiago de Chile, nos muestra la memoria del estallido social fijado en las fachadas de esa ciudad.  

Esperamos que este esfuerzo sea recompensado por ustedes visitándonos y compartiendo nuestro contenido, no solo para aplaudirlos sino para opinar sobre nuestros aciertos y desaciertos.