Un texto en primera persona sobre la realización de Retratos de familia, un documental sobre los “falsos positivos” y la manera como se acerca a la tragedia que trató de ocultarse en el olvido. 

Entre enero y agosto de 2008 catorce muchachos desaparecieron de Soacha, municipio aledaño a Bogotá. Casi todos salieron con la oferta de un trabajo y jamás regresaron. En agosto de 2008 se supo que las fosas comunes del cementerio de Ocaña, Norte de Santander, estaban desbordadas de cuerpos reportados como NN de supuestos guerrilleros o delincuentes comunes dados de baja en combates contra el ejército. Las madres de los jóvenes de Soacha que persistían en la búsqueda de sus hijos cotejaron las informaciones y descubrieron que sus hijos hacían parte de los NN de las fosas comunes de Ocaña. La identificación y exhumación de sus hijos mostró la fragilidad de la versión de los comunicados de las fuerzas armadas y de los medios de comunicación. Estas madres que no se conocían entre sí cuestionaron las versiones oficiales y revelaron el escándalo de los mal llamados “falsos positivos”, uno de los episodios de corrupción moral más graves de Colombia. El documental Retratos de familia reconstruye esta historia dignificando a los jóvenes para que dejen de ser un frío número de una estadística y se constituyan en lo que realmente son: víctimas del conflicto.

Este trabajo hizo parte del proyecto interdisciplinario de creación de la Unidad de Memoria y Derechos Humanos del Archivo de Bogotá. Su realización se llevó a cabo en 2010 y 2013, y en ella se aplicó una metodología específica para construir memoria histórica a través del audiovisual. De igual manera se aplicaron técnicas de trabajo interactivas, reflexivas y de observación. Andrea Echeverri compuso e interpretó la canción «Mamitas” para el documental. Al iniciar la filmación en 2010 se hablaba de unos tres mil civiles asesinados en la misma modalidad. En 2021 la Jurisdicción Especial Para la Paz, (JEP), estableció “que por lo menos 6.402 personas fueron muertas ilegítimamente para ser presentadas como bajas en combate en todo el territorio nacional entre 2002 y 2008”.

Retratos de familia no pudo ser estrenado cuando el documental estuvo listo, pero luego tuvo dos estrenos: el 18 de octubre de 2011, en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán de Bogotá, y en el Festival Internacional de Cine de Cartagena de 2013. Fue invitado a diversas presentaciones en festivales de cine nacionales e internacionales, a foros y encuentros, y compitió en el Festival Documenta 2013, realizado por  la Embajada de Francia en Venezuela y la Alianza Francesa de Caracas, donde ganó su máximo galardón, Premio al Mejor Largometraje Documental Andino, además de ser seleccionado para ser exhibido en el Festival Internacional de Cine Documental de Lyon, Francia, en 2014.

Érase una guerra, érase un país

Recordar el proceso de realización de Retratos de familia y el resultado que tuvo para las madres de Soacha, para los familiares de otros miles de víctimas de ejecuciones extrajudiciales y para el equipo de trabajo es emocionante. Pero repasar los obstáculos que enfrentamos para dar a conocer el documental es triste. Lo identifico como parte de la revictimización que han padecido y padecen las madres de Soacha y las familias de los colombianos reclutados mediante el engaño; para ser secuestrados, entregados y/o vendidos; para que miembros del Ejército los asesinaran y presentaran como guerrilleros o sujetos al margen de la ley, dados de baja en combate, es decir, “positivos” del conflicto interno.

Ese trozo de la historia del país produce escalofrío. Me estremece pensar que alguien se llevó a Fair, desde Soacha a Ocaña, Norte de Santander, y lo vendió por unos cien mil pesos. Cuatro días más tarde, cuando se hizo el levantamiento del cuerpo de Fair Leonardo Porras Bernal, en una vereda cercana a Ocaña, fue registrado como NN, dado de baja en un combate contra la Brigada 15 del Ejército, señalado de manejar asuntos financieros de un grupo al margen de la ley. 

Siempre que pienso en Fair Leonardo, el muchacho de veintiséis años que por su condición de discapacidad no sabía leer ni escribir, pero que era buen mozo, rubio y  tenía los ojos claros, idénticos a los de Luz Marina, su mamá, y que, como dice una de sus hermanas, «no se le notaba nada, sólo cuando conversaba», lo imagino cándido y hasta feliz el día que lo llevaron desde Soacha a Ocaña. Supongo que así debió sentirse durante las primeras horas, era como si fuera de paseo. Un paseo largo porque Ocaña estaba como a catorce horas de distancia de Soacha. Por eso, a medida que pasaban las horas, el miedo tuvo que acorralarlo. Imagino que preguntó a sus captores por Luz Marina, su mamá, por Carlos Faustino, su papá, o por sus hermanos. Nunca se había separado de ellos, nunca había salido solo de Soacha, era un niño en el cuerpo de un hombre de veintiséis años. Me angustia imaginar cómo vivió los cuatro días que transcurrieron desde su desaparición el 8 de enero de 2008, hasta el  momento en que fue ejecutado, el 12 de enero de 2008. 

¿Acaso oyó, vio, entendió cuando el “reclutador” lo negociaba por cien mil pesos? ¿Comprendió algo de lo que ocurría o solo sollozaba preguntando por sus papás? También es posible que en su ingenuidad sonriera a su verdugo, agradecido por la gaseosa y el pan que, quizá, le ofrecieron. Total, Fair Leonardo o El Gringo, como le decían en el barrio, tenía el desarrollo cognitivo de un niño de entre siete y nueve años. Me estruja el alma imaginarlo en sus últimos minutos de vida. Debió mirar incrédulo el arma o las armas con las que le clavaron once balas en el cuerpo y dos en la cara. Solo me queda confiar en que, por lo menos, la muerte haya sido compasiva y le haya segado la vida con el primer disparo.

¿En qué clase de país puede ocurrir algo semejante? Tengo la respuesta: en el de los indiferentes, en el que habitan los que dicen, «ay, pero no exagere, que tampoco fueron 6.402, deben ser menos… Además quién sabe en qué andaban esos muchachos». Fue en este país, el amnésico, donde ocurrió este horror. Y no lo digo yo, lo dice la justicia que elevó el caso de Fair Leonardo Porras Bernal a crimen de lesa humanidad

Soacha, tú y yo…

El equipo de Karamelo Producciones y yo estudiamos la historia de Fair, de Stiven, un niño de dieciséis años, y de otros cuatro muchachos de Soacha convertidos en «falsos positivos», porque fuimos los encargados de realizar el componente audiovisual en torno a un caso de vulneración de derechos humanos en perspectiva de memoria, para el proyecto interdisciplinario Unidad de Memoria y Derechos Humanos del Archivo de Bogotá (UMDH), que dirigió Patricia Linares Prieto. Conocí a Patricia cuando se desempeñaba como Procuradora Delegada de Prevención en Materia de Derechos Humanos y Asuntos Étnicos, y me encargó la realización de una campaña de divulgación y un programa de televisión llamado “Tiempo de la verdad”. Con estos elementos se desarrolló un plan pedagógico para las víctimas y la sociedad en general  respecto a los derechos humanos y a los derechos específicos que cobija  la Ley 975 de 2005, conocida como Ley de Justicia y Paz,  a la que se acogieron paramilitares como Salvatore Mancuso, Rodrigo Tovar Pupo, alias Jorge 40, y otros cabecillas que luego fueron extraditados sin haber cumplido con el deber de verdad, justicia y reparación en Colombia.

Uno podría pensar que esa historia no tiene nada que ver con los mal llamados Falsos Positivos, pero no es así. Ese episodio también está ligado al asesinato en persona protegida –así se denomina en términos penales en Colombia el asesinato de Fair Leonardo y de los otros seis mil cuatrocientos un jóvenes ejecutados extrajudicialmente por miembros de las Fuerzas Armadas de Colombia-. Todo: las fallas en la implementación de la Ley de Justicia y Paz, los años y años de conflicto armado interno, el narcotráfico, la corrupción, la indiferencia, la miseria, el silencio, la presión por más resultados y, otra vez, la corrupción, son los elementos que allanan el camino para llegar al terrible instante en que negocian a Fair Leonardo por cien mil pesos y miembros del Ejército lo asesinan y lo presentan como “positivo”. Horrible, pero cierto.

Cuando Patricia Linares -quien más adelante sería la primera presidenta de la JEP- me invitó a hacer parte del grupo interdisciplinario que trabajaría en el proyecto de la UMDH, acepté de inmediato. Hacía rato que mi trabajo audiovisual y literario estaba centrado en registrar los efectos de las luchas intestinas de Colombia. Documentar el conflicto dentro del conflicto es un reto en muchos sentidos. Opté por hacerlo porque me harté de saberme engañada por la mayoría de los medios de comunicación, de tratar de descubrir la verdad entre líneas y porque me cuestioné seriamente sobre la distancia o la burbuja con la que me protegía mientras el país ahondaba en su desangre histórico.

El proyecto de creación de la UMDH, liderado por Patricia Linares, fue una experiencia que me permitió profundizar en el conocimiento de los Derechos Humanos, en la necesidad que tenemos de aplicarlos y en las formas en que podemos hacerlo. Esta iniciativa reunió a juristas, antropólogos, sociólogos, un periodista, un filósofo y a mí, junto con mi fiel equipo de trabajo, para estudiar, proponer y crear una metodología entre todos, desde diversas áreas del conocimiento, para la recolección de los elementos que conforman la verdad sobre los hechos vividos por las víctimas del conflicto armado en el país. Con el interés de preservar la memoria histórica y de protegerla frente a posibles alteraciones, se propuso abordar la verdad de los sucesos desde tres componentes:

  • Verdad judicial, fáctica o forense
  • Verdad personal
  • Verdad dialógica o social

El grupo escogió dos casos de investigación, el desplazamiento forzado en Bogotá y el Caso Soacha. Una vez se seleccionaron los casos se definió que mi trabajo dentro  del proceso investigativo y propuesta metodológica de recopilación testimonial, gráfica y audiovisual, se enfocaría en “El Caso Soacha” (“Falsos Positivos de Soacha”), el cual haría parte del componente de verdad personal. 

El resultado pudo ser un material audiovisual que ilustrara sobre el uso de una metodología particular para que las víctimas tengan la oportunidad de registrar su verdad sobre los hechos padecidos. Este método de recopilación testimonial valida la tesis de que la suma de las distintas verdades construyen una verdad que debe prevalecer en todo proceso de paz como eje para la aplicación de justicia, reparación y compromiso de no repetición.  

Sin embargo, como conocedores del alcance de divulgación que puede lograr una obra audiovisual decidimos realizar un documental que pudiera ser exhibido en salas y medios de comunicación para que también, como obra audiovisual, contara la verdad de las víctimas. Es decir que esta recopilación, además de ceñirse a las pautas del rigor investigativo y a la metodología del proyecto, debía contar con una propuesta de atmósfera, ritmo, tono y demás componentes de la estructura narrativa que dan el título de documental a un trabajo audiovisual. 

Fue con esas premisas que asumimos el reto de componer un retrato humano, desde lo familiar y lo social, de residentes de Soacha víctimas de homicidio en persona protegida, con presunta participación de agentes del Estado. Para ello contactamos a un grupo de madres de Soacha con la intención de seleccionar dos o tres casos emblemáticos, algo que resultó imposible, porque todos lo eran. Entonces sumamos un reto adicional al proyecto audiovisual: contar la historia de seis muchachos, a través de las voces de sus mamás y esposa. Ellos son:

Nombre Desaparición Ejecución Madres
Stiven Valencia, 16 años 6 de febrero 8 de febrero María Sanabría
Víctor Gómez, 23 años 23 de agosto 25 de agosto Carmenza Gómez
Fair Porras, 26 años 8 de enero  12 de enero Luz Marina Bernal
Daniel Alexander Martínez, 21 años 6 de febrero 8 de febrero Luz Adriana Perdomo (Compañera)
Diego Armando Marín, 21 años 6 de febrero 8 de febrero Luz Adriana Perdomo
(Prima hermana)

 

Mamita, cuénteme cómo era su hijo

«Limpiar el nombre de nuestros hijos» es la frase que conduce el documental protagonizado por cinco Madres de Soacha. Uno de los chicos ejecutado extrajudicialmente era menor de edad, otro era un joven con discapacidad cognitiva y todos compartían la situación de pobreza y falta de oportunidades. A través de las madres y familiares de los jóvenes ejecutados se reconstruye lo que ha significado este episodio de descomposición social para las víctimas: la incertidumbre por la desaparición, la dolorosa exhumación de los cuerpos, las amenazas, las denuncias, los asesinatos subsiguientes y la transformación de las madres en defensoras de Derechos Humanos. 

Retratos de familia da rostro, historia y presencia a seis jóvenes víctimas de secuestro, asesinato y desaparición forzada. Este trabajo documental confrontó la estigmatización que padecieron los jóvenes de Soacha y sus familias por la forma en que fueron reportados ante los medios de comunicación y cómo los mismos al actuar como «caja de resonancia», repitiendo comunicados oficiales sin cumplir con el deber de contrastar la información, les negaron cualquier posibilidad de empatía. Sobre esta dimensión, en cuanto a la reparación, el documental hace un gran énfasis en el rescate  de su humanidad, identidad, entorno afectivo y familiar, es decir, de sus dolientes. Porque gracias a los dolientes de estos jóvenes y a su incansable búsqueda se conoció una de las grandes vergüenzas de Colombia: la historia de los miles, mal llamados, “Falsos Positivos”, de Soacha y de muchas otras regiones de Colombia.

Las entrevistas a las madres, hermanos y un padre de los jóvenes desaparecidos son el corazón del documental. Estas entrevistas se realizaron de manera íntima y reflexiva, permitiendo a los participantes expresar sus emociones y recuerdos en un ambiente de confianza. La profundidad de las entrevistas ayuda a humanizar a las víctimas y a entender el impacto de su pérdida en sus familias. 

Se incorporan fotografías familiares y álbumes de recuerdos de los jóvenes desaparecidos, ofreciendo una ventana a sus vidas antes de la tragedia. Este material visual es esencial como elemento común entre las víctimas y entre la mayoría de los miembros de la sociedad colombiana. Nacimiento, primera comunión, festejos familiares, contribuyen a humanizar a las víctimas y conectar emocionalmente con el espectador.

La música juega un papel fundamental en el documental. A partir de las entrevistas a las madres, Andrea Echeverri compuso e interpretó la canción “Mamitas Positivas” o “Mamitas”, que  es parte integral de la narración y la memoria.

Refresquemos la memoria pa’ que no se vuelva a repetir 

El primer contacto que hicimos con las madres de Soacha fue a través de Luz Marina Bernal y, por coincidencia, comenzamos a filmarlas el día que cinco de ellas fueron a protestar al Palacio de Nariño porque el entonces presidente, Álvaro Uribe, estaba reunido con otro grupo de madres de Soacha.

El equipo de filmación acompañó a las madres en sus protestas y búsquedas de justicia, capturando momentos clave de su lucha. Al utilizar esta técnica quisimos que el espectador fuera testigo de los eventos en tiempo real, proporcionando un sentido de inmediatez y autenticidad.

Este primer día de rodaje hace parte de las últimas escenas del documental y fue una de las piedras en el zapato para que el documental no pudiera presentarse al público. Dos años estuvo archivado en el archivo. Esa parte de la historia del documental la consignó el periodista Juan Camilo Maldonado en https://www.elespectador.com/bogota/documental-sobre-falsos-positivos-estuvo-archivado-dos-anos-article-414429/

El archivo archivó y este artículo de Juan Camilo abrió la puerta para recibir otro tipos de ataques personales que poco importan. ¿Qué puede ser peor a lo vivido por las 6402 madres de los mal llamados Falsos Positivos?

El trabajo audiovisual contó con absoluta libertad para su realización. Siendo un componente de un proyecto, sus avances se compartieron de manera permanente con el equipo interdisciplinario y, especialmente, con Patricia Linares. Todos estuvieron satisfechos con el resultado. Sin embargo, el Director del Archivo de Bogotá sugirió que retiráramos imágenes de archivo de una alocución de Álvaro Uribe Vélez en la que al referirse a estos hechos señala que de todas maneras los muchachos no estarían recogiendo café. También propuso retirar las imágenes de las madres protestando frente a la Casa de Nariño y otros materiales de archivo. 

La declaración de Uribe Vélez confirmaba lo dicho por las madres de Soacha en cuanto a su repudio por la forma en que debido a ese comentario y otros semejantes estigmatizaron a sus hijos. Retirar la opinión del entonces presidente y otro material de archivo iría en contravía del espíritu del documental de rescatar la verdad personal. Al entregarlo finalizado el  Archivo de Bogotá, financiador del proyecto, se archivó el documental.

Con las Madres de Soacha dimos una gran lucha para sacarlo a la luz pública. Logramos presentarlo el 18 de octubre en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán en una función que contó con la presencia de las madres y de Andrea Echeverri, quien interpretó la canción Mamitas y otras que hacen parte del documental. Uno de los elementos que hizo posible esta función fue que en ese momento Clara López era alcaldesa encargada de Bogotá y ella fue una de las primeras personas en cargos públicos que denunció la existencia de los Falsos Positivos.

Luego el documental volvió a ser archivado. Debieron pasar dos años más para que finalmente lo pudiéramos dar a conocer en el FICCI y desde entonces su divulgación ha sido espontánea e imparable.

Retratos de familia es un documental que, al margen de otras consideraciones, fue realizado  para cumplir con el deber de recordar o deber de memoria, cuyo fin  es “…preservar del olvido la memoria colectiva y evitar que surjan tesis revisionistas y negacionistas.” (Derecho a la verdad en las Américas, CIDH, 2014)

En ese sentido el documental descubre un mundo complejo y, de alguna manera, desconocido, porque lo que había ocurrido en Soacha nos llevó a una cantera en donde al mover las capas de tierra con las que habían pretendido sepultar a los jóvenes de Soacha, se descubrió que la práctica de las ejecuciones extrajudiciales se había extendido en gran parte de Colombia. En ese sentido el documental contribuyó a rescatar la verdad personal del maremágnum de noticias cotidianas en el que se perdía la historia.

Así, las luchas que se registran en el documental y las que hacen parte de su trasescena me llevaron a cuestionar mi papel frente a los derechos humanos y el derecho de autor, un derecho humano; las batallas para poder divulgar Retratos de familia me dieron la comprensión necesaria para dedicarme a reivindicar y promocionar los derechos de los autores colombianos. 

Enlace para ver el documental:  https://youtu.be/cQEHHV-lyDc?si=5T_jgTCIxITIv9eX