Escena de “Todas Las Flores, C. Oquendo (2023)

“Los nuevos medios no son un puente entre 
el hombre y la naturaleza. Ellos son la naturaleza.” 
Marshall McLuhan (1988)

En 1997, un año antes de que empezara a realizarse la Muestra Internacional Documental de Bogotá (MIDBO), Chris Marker lanzaba su proyecto “Inmemory”, un CD-ROM interactivo en el que Marker delimitaba un universo expandido, zonas les llamaba, de más de cuatro horas, en el que el espectador/interactor podía sumergirse en los confines de la memoria y los ensayos narrativos del director y sus experimentaciones. Tan relevante es su obra expandida que en la 23ava MIDBO (2021) fue el protagonista de la sección Expandido con Chris Marker INT-EXT: Homenaje al más libre de los documentalistas en el centenario de su nacimiento.

En 1998, año en el que empezó la MIDBO, Microsoft lanzaba la 6ta versión de la icónica enciclopedia Encarta, que permitía una navegación cargada de imágenes, mapas, archivos sonoros, elementos interactivos, líneas de tiempo, videos, animaciones y vínculos con otras páginas de una incipiente World Wide Web. Un formato tecnológico cargado de contenidos que nos permitía navegar de forma aleatoria, caótica e hipervinculada entre el vasto conocimiento humano y sus diversas formas de memoria y que nos mostraba cómo los seres humanos hace mucho tiempo consumimos de manera expandida la información y nos mueve, nos encanta, la posibilidad de trasladarnos de un formato a otro, ¡el que nos sea más útil!

En 2023, 25 años después, este texto que hoy leen sobre las (R)evoluciones de lo real se ha podido escribir apoyado por una Inteligencia Artificial como ChatGPT, pero no se hizo así porque el autor (humano) cree que la memoria es mejor no dejarla al azar de los patrones y la confusa línea entre la información real y la no real que navega en la hoy omnipresente red de redes: Internet.

Pantallazo Plataforma ChatGPT de Open AI

Es importante recordar que hace 25 años Internet era un “lugar” al que íbamos, un lugar físico, ya fuera en el salón de la casa o en uno de los famosos cibercafés. Hoy es un “no-lugar” donde estamos conectados desde nuestros diversos dispositivos 24/7 y lo llevamos a todas partes en el bolsillo. 

Esa es justo la razón por la que los nuevos medios son ya de todo menos “nuevos”. Desde que empezó la MIDBO ha pasado un cuarto de siglo de caos, cambios, hibridaciones y rupturas de lo que es “lo real” y cómo lo contamos y consumimos. Se enfrentan entonces los documentalistas a un lapso temporal de un cuarto de siglo que obliga a pensar y repensar el relato de lo real y sus devaneos frente a las tecnologías que han ido apareciendo en este cuarto de siglo. Una llegada acelerada, sin orden ni concierto y con muchas apuestas alrededor de dos grandes preguntas: ¿Cómo retratar lo real con las nuevas formas, medios y plataformas que van apareciendo? ¿Cómo evoluciona nuestro espectador en ese mismo escenario y qué quiere en su relación con nuestras obras de lo real?

Es importante destacar que los nuevos medios en Colombia han tenido, sin planificarse así, un gran foco en los contenidos de no ficción. Los dos primeros referentes de Colombia de este tipo de narrativas digitales, Meandros, de Medios de Contención Producciones (2010), y Reportaje 360, de El País de Cali (2010) retrataban, expandían y aprovechaban desde el cine y el periodismo las posibilidades de lo digital para impactar nuevos públicos y generar un acercamiento adicional al universo retratado. 

Poco después llegó la primera gran oleada de proyecto de nuevos medios y continuaron en su mayoría por la senda de la realidad y sus posibles expresiones: Cuentos de Viejos de Hierro Animación (2012), Proyecto Rosa de La Silla Vacía (2012), Qué pasa Colombia de O. Hoffschir y T. Petit-Bergien (2012), El Charco Azul de Irene Lema (2013), El Naranjal de Punto Link (2013), 4 Ríos de Elder Tobar (2013), El Centro: Bogotá de #NarrarElFuturo (2014), Pregoneros de Medellín de Angela Carabalí (2014), Picó, la maquina musical del Caribe de La Post Studio (2014), Paciente de Jorge Caballero (2016) y Aislados de Marcela Lizcano (2016), son algunos de los referentes de esa prehistoria que exploraron en las capacidades expresivas y de conexión con el público que permitían estos relatos.

Pantallazo plataforma digital proyecto 4 Ríos. E. Tobar (2013)

Los relatos de la memoria son duales y por eso piden múltiples pantallas, capas, formatos y escenarios desde donde ser recibidos. Las formas y (r)evoluciones vividas son muchas y es por eso que han aparecido diversas maneras de ser, experimentar, fragmentar e hibridar en el retrato de la no ficción: el teatro, lo sonoro, el documental web, inmersivo, interactivo y expandido, lo textual, las instalaciones, la música, los hilos en Twitter, la ilustración, juegos de mesa, docujuegos, álbumes de figuras adhesivas, docuficciones, documentales verticales, collages, long form journalism, stickers, intervenciones urbanas, documentales colectivos (crowdsourcing, apps, webseries documentales, entre muchas otras plataformas), géneros, tendencias y escenarios de lo digital y lo físico, las posibilidades son infinitas.

Las (r)evoluciones de lo real atraviesan a espectadores diversos e (in)fieles que no se casan con ningún contenido (ni siquiera con los que realmente les gustan); surge así un gran reto para los creadores de no ficción quienes tienen que seguir explorando en nuevas capas y formatos para buscar formas alternativas de conexión en una época de atención nula y compleja en la cual los formatos expandidos intentan crear otros escenarios, espacios y capas de conexión con dichos espectadores.

Aparece así el concepto de experiencia y con él la intuición de que nuestro espectador ya no quiere navegar únicamente en un relato lineal y auto conclusivo sino que quiere una experiencia en la que pueda intervenir de múltiples maneras, incluso en aquellas en las que, acudiendo al concepto de prosumidor delimitado por Alvin Toffler a inicios de los ochenta, el espectador se vuelva un consumidor que a la vez produce parte de los relatos, generando así nuevas preguntas alrededor del concepto de la autoría, la co-creación y otras dinámicas que este tipo de apuestas generan.

Still Escena de “Todas Las Flores, C. Oquendo (2023) intervenida por Software IA Runway

Por cierto, y para concluir, así como las citas y muchos referentes de este texto son de los años ochenta -porque para hablar del futuro también hay que explorar el pasado- las imágenes que acompañan el encabezado y cierre de este texto son un still de Todas las flores, una reciente producción documental producida por el autor de este artículo después de hacer un proceso de Video to Video con Runway, un software de IA que muestra cómo se vería esa escena si fuera animada, si fuera protagonizada por perros o si fuera realizada por Wim Wenders o por Wes Anderson (aunque a él puede que no le guste mucho). Esta mezcla propone e invita a probar, experimentar y perder el miedo a navegar este tipo de formatos por el simple hecho de ver qué pueden ofrecernos y hasta dónde nos permiten conectar de formas distintas con la realidad y con los espectadores que se mueven y dialogan con ella. Debemos aprender a mutar, así como muta aquella realidad que retratamos.

“Finalmente bajé al sótano donde mi compañero el maniático se apresuraba ante sus grafitis electrónicos. En el fondo, su lenguaje me llega, pues se dirige a esa parte de nosotros que se empeña en dibujar perfiles en las paredes de las prisiones. Una tiza para repasar los contornos de lo que no es, o ya no es, o aún no es. Una escritura con la cual cada uno compondrá su propia lista de cosas que hacen latir el corazón, para regalarlas o para borrarlas. En ese momento, la poesía será hecha por todos”. Chris Marker, Sans Soleil (1983)