La tarea de hacer un balance del documental en Colombia de las dos últimas décadas excede con crece las posibilidades y la extensión de este texto, pues si el estado de la cinematografía nacional es de una gran cosecha, el protagonista es el documental. Según cifras, el reporte es el siguiente: de los  57 estrenos nacionales de largometrajes en salas de cine, 26 fueron documentales. (Boletín Cine en Cifras, 2023.) (1) Esto sin contar que una gran cantidad producida alternativamente queda por fuera de este conteo. Producciones de cortometraje, comunitarias, regionales, para televisión, etc, no son incluidas en esta cifras.

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Desde hace más de veinte años el trabajo de los documentalistas en Colombia ha sido sistemático. Si bien en el 2023 hacemos un recuento de las dos últimas décadas en las que la implementación de la Ley de Cine ha dado un gran impulso a la producción nacional, debemos señalar que en el periodo inmediatamente anterior hay un importante acervo que merece ser mencionado como parte fundamental de los antecedentes de este proceso de desarrollo y madurez, tal como se consigna en el Cuadernos de cine Colombiano Balance Documental (2).

En el presente texto queremos referirnos por un lado al tejido que integran quienes integran quehacer documental en diferentes escenarios desde los que se ha fortalecido la producción y, por otra parte, nos referiremos a tópicos que consideramos resumen en buena medida de las producciones de la época.  Sin ánimos exhaustivos pretendemos resaltar algunos puntos de este entramado para tener una mejor perspectiva y entendiendo que si bien los fondos públicos han dado impulsos definitivos a la producción, los procesos han sido de largo aliento y han contado con la participación de múltiples actores. Reconocemos que lo más reciente aparece en primer plano y el circuito de visibilidad de las producciones es un sesgo difícil de evitar a la hora de hacer este recuento. Así mismo, admitimos que lo concerniente al documental indígena, afro, expandido, comunitario o de género requieren atención especializada y capítulos independientes.

  • Tejido

Un hilo invisible se teje en la conversación, en la clase, en la lectura de artículos, en la visualización de las obras, en los festivales y encuentros. En nuestro contexto la insistencia en estos espacios ha ido construyendo una red que hace posible el despliegue de producciones al que hoy asistimos. El trabajo, a veces silencioso o poco reconocido en espacios como talleres, escuelas, comunidades o instituciones como las cinematecas o las universidades, ha creado un flujo que permite la circulación de las producciones más allá de las pantallas alimentando la pasión y el entusiasmo de nuevas generaciones. Esta transmisión del conocimiento en torno al documental se presenta en varios frentes, en la apreciación de obras canónicas, en el reconocimiento del patrimonio audiovisual, en la validación de formas diversas en las que se expresa el potencial de nuestra diversidad e incluso en la diversidad de los modelos de producción. En estos espacios confluyen diferentes generaciones y se trata de un sistema de roles intercambiables (talleristas/directores, realizadores/profesores, productores/directores, profesores/directores, distribuidores/directores, montajistas/talleristas, etc.) La relación entre la experiencia y la transmisión se convierte necesariamente en la posibilidad de reflexionar sobre el propio oficio. El valor de este ejercicio se concreta en nuevos proyectos de los participantes de estos rituales.  Estos espacios formativos también se han fortalecido con la apertura de convocatorias de fondos públicos, con la consolidación de festivales y muestras, que muchas veces en condiciones precarias cuentan con equipos comprometidos que las sacan adelante ininterrumpidamente, generalmente incluyendo espacios para la formación.  Vale la pena destacar la Muestra Internacional Documental de Bogotá (MIDBO), que desde hace veinticinco años ha sido una cita anual y bien podría ser la síntesis de este periodo marcado por la insistencia, el trabajo y el diálogo. En resumen, estas acciones también son las que han dado forma a la construcción de un sector. Por esta razón no puedo dejar de mencionar a las agremiaciones, en particular a ALADOS, porque su heterogeneidad, su configuración y su estado actual es un poco lo que intento nombrar. Es mucho lo que se ha logrado y se requiere seguir trabajando: la sistematización de experiencias y la escritura de reflexiones para visualizar mejor los enormes logros de estas dos décadas.

También es necesario mencionar la experiencia de productoras y productores que en este periodo han mostrado una gran voluntad para llevar a buen puerto los proyectos y para superar las condiciones de precariedad que aún tiene el sector como lo mostró la investigación sobre prácticas profesionales El cine documental en Colombia hoy (3). Finalmente, el rol de productores y coproductores de la televisión pública ha sido significativo; es un esfuerzo que debe continuar y fortalecerse, tanto en el ámbito nacional como regional y local.

  • Tópicos

Las condiciones de producción y la flexibilidad en términos de soportes y formatos que permite el documental lo hacen atractivo y viable para realizadores de muy variadas procedencias. Si bien hay tendencias documentales que abogan por lo cinematográfico, por la pureza del gesto y la mirada, el activismo político y las reivindicaciones de idearios o, incluso, las posturas institucionales, también tienen lugar en el corpus del documental nacional de las dos últimas décadas. En este sentido queremos resaltar en primera instancia la variedad de posibilidades y la convivencia de formas expresivas que encontramos revisitando la producción documental colombiana. Largometrajes que tienen una importante presencia en festivales nacionales e internacionales y que constituyen un corpus cada vez más sólido, por otra parte están los formatos seriados y los documentales unitarios que son una expresión significativa en la que se conjuga la necesidad de explorar territorios alejados, de hacer denuncias urgentes o de dar a conocer tradiciones y costumbres ancestrales. 

Si bien por cuestiones de espacio no haremos análisis en profundidad de las obras, ni podremos referirnos a todos los títulos que quisiéramos, insistimos en el valor de su existencia porque cada una costituye un aporte para que la mirada de nuestra realidad sea más compleja y podamos tener reflexiones más profundas sobre lo que somos. Intentaremos hacer una organización a partir de dos grandes ejes que hemos identificado teniendo como criterio principal el contenido y, por supuesto, aceptando el sesgo de los intereses que me han asistido en la investigación y la docencia. En primer lugar, aquellos vinculados a la memoria, una categoría amplia que nos permite agrupar asuntos de orden político y social en torno a la violencia y el conflicto y, segundo, los afectos como una noción para pensar las producciones que se ocupan de los relatos biográficos, personales, familiares o fraternos, que tienen en el centro asuntos relacionados con la identidad, el género y las diversidades sexo genéricas. En ambos casos, los lenguajes y las formas cinematográficas son diversas y  conviven lo más clásico con lo más experimental.  Adicionalmente, este ejercicio nos muestra una tercera categoría, la articulación de estos dos ejes como una manera compleja de los entramados de la realidad. 

  • La memoria

En la construcción de paz en la que llevamos décadas en Colombia, el documental ha sido una expresión transversal. Su función más allá de lo narrativo y de la denuncia ha sido generar un volumen de producciones que podrían constituir una colección para conocer y reflexionar sobre nuestra historia. No porque haya en ellos un espíritu pedagógico sino porque, en tanto obras se convierten en una unidad que hacen zoom sobre aspectos, hechos o documentos dispersos. Esto, sin embargo, implica riesgos y sesgos, que no son ajenos a cualquier tipo de documental, pero de los que tampoco está exenta la Historia. Por lo tanto, es también la diversidad y la complementariedad que tiene la producción documental con otros discursos lo que amplía su valor. 

El documental se ha convertido también en un instrumento de reparación simbólica para las víctimas, quienes afirman la necesidad de construir relatos y objetos artísticos que permitan dejar un testimonio de esos episodios de la guerra. Es el caso de La Rochela: buscando justicia en tiempos de paz (2015), que se realizó como una medida de reparación a las víctimas de esta masacre según una decisión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en la que se reconoce la responsabilidad parcial del Estado colombiano en estos hechos. También de este espíritu reparador participan producciones como Un asunto de tierras (2015), que acompaña la lucha de quienes intentan hacer valer sus derechos. Mientras se hace reparación continua también la denuncia necesaria y presente en la tradición documental con Lez-ama vivir filmando (2020), que insiste en el poder del audiovisual y de la cultura, de la huella que se deja como testimonio y la necesidad de seguir contando historias a pesar de las circunstancias de violencia que se viven en el país. Un canto coral como un llamado desde la cultura para luchar contra la violencia, pero sobre todo como una acción para romper el silencio. Este ha sido el trabajo de muchos documentales con los cuales se ha mostrado la violencia en los territorios y cómo las comunidades han lidiado con el olvido, el abandono, la guerra y los cuerpos: Réquiem N.N.(2013) o El Testigo (2018) son una muestra de ello.

Un asunto de tierras (2015)

Por otro lado, hay obras que se han ocupado del proceso paz como hecho político y serán memoria de lo que día a día veíamos los colombianos, de las alegrías, la zozobra o la decepción. Encontramos versiones o puntos de vista diferentes como El silencio de los fusiles (2017), El fin de la guerra (2017), La negociación (2018) o incluso la versión oficial Rostros de la paz (2017). Las narrativas sobre la paz también incluyen el conocimiento de los actores: aquellos que estaban en la clandestinidad, su cotidianidad, su relaciones y sus expectativas son exploradas de manera inédita en producciones como Amor rebelde (2021) o Las nieblas de la paz (2023). También se ha abierto una puerta para el diálogo entre víctimas y victimarios en Al otro lado (2020), de Iván Guarnizo, donde no solo se trata de ver a los excombatientes sino de hablar frente a frente con ellos, de tener conversaciones difíciles sobre el dolor, la guerra y el miedo que muchas generaciones compartimos. Otra obra que abre un espacio singular de diálogo es Los hijos del viento (2022), que se ocupa del horror de las ejecuciones de civiles por parte del Ejército conocidas como falsos positivos, con la participación de un militar que denuncia desde la institución lo sucedido. En lugar de ser narrativas agotadas se encuentran perspectivas novedosas como las que ofrecen obras como Mis dos voces (2023) y Nuestra película (2023). La primera porque abre un lugar al grupo de personas que a causa del conflicto o de la violencia tuvieron que dejar el país, un exilio del que aún queda mucho por decir. Y la segunda porque a través de los archivos nos convoca a pensar lo que nos pasó, a ver lo anómala que ha sido y es nuestra sociedad, a revisitar la violencia que día a día se metía en nuestra vida a partir de los noticieros y a entender que hay un dolor compartido, una tristeza colectiva que está también por elaborar. 

En conjunto, lo que proponen estas obras y otras que no se mencionan aquí  es la puesta en circulación de voces, espacios, experiencias, hechos o testimonios inéditos o de singular valor para la historia y la memoria. Así, la proliferación de estas narrativas abre la posibilidad de hacer visibles múltiples miradas, experiencias, actores sociales, territorios, problemáticas e incluso formas de violencia desconocidas o naturalizadas. La actual polarización de la sociedad colombiana amerita el fortalecimiento de esta diversidad de miradas y puntos de vista para crear caminos de apertura y diálogo, y para profundizar en nuestra conciencia sobre la necesidad de consolidar la paz.

 

  • Los afectos

En el periodo del que nos ocupamos, las narrativas documentales en primera persona han tenido un lugar preponderante. Más allá de establecer un lugar de enunciación determinado o pensar en un tipo de problema lo que vemos es que estas producciones ponen en el centro aspectos relacionados con los afectos, que es además una categoría que excede lo familiar, uno de los problemas más comunes que se abordan en esta categoría. Por esta razón, nuestro interés es incluir estos relatos en un espectro más amplio en el que además de las relaciones paterno filiales aparecen preguntas relacionadas con la manera en que se constituyen estructuras familiares y su relación con la sociedad, y otros problemas que se salen de lo biográfico/familiar y se ocupan de asuntos como  la identidad o la amistad.

En el contexto latinomericano este tipo de relatos cuenta con referentes significativos como lo son La memoria obstinada (1997) y Los Rubios (2003). A partir de estos films, la primera persona como el lugar de enunciación y la posibilidad del relato íntimo quedan instalados. Sin embargo, las narrativas no se limitan a ello. En relación con lo familiar, obras como En el taller (2016) proponen una exploración en la que la creación de las obras de arte tiene un lugar central no solo en el relato sino en la construcción de la relación familiar lo cual propone interrogantes sobre cómo nos relacionamos con aquellos que integran el círculo familiar cercano. Más recientemente, la película Como el cine después de llover (2020), de Mercedes Gaviria, plantea una reflexión de la relación de una mujer con su padre en la que también está el arte presente aunque no de manera tan protagónica, pues aquí las preguntas son más incisivas y más profundas sobre la relación entre ambos.  

La necesidad de ahondar en la vida familiar y de tomar decisiones más conscientes es también parte de exploraciones que indagan por el pasado y por la violencia, pero sobre todo por formas de resistencia. Inés, recuerdos de una vida (2013) es una película que se anticipa a luchas que vendrán después en la sociedad para hacernos más sensibles a los fenómenos de violencia familiar, domésticas y de género. Sobre lo amplio y complejo del asunto aporta elementos muy significativos la película Ana Rosa (2023), que si bien parte del ámbito familiar indaga por el lugar que tienen en la sociedad estos asuntos. Por otro lado, preguntas que integran lo íntimo de universos femeninos poco narrados o cuya existencia se limitó a diarios o escritos epistolares tiene lugar en una película como Amazona (2016), que además fue de las más vistas del periodo. La maternidad en cine se enfrenta desde múltiples ángulos y vale la pena mencionar Amanecer (2018), un historia centrada en la búsqueda de la madre biológica de la protagonista y que si bien no se centra en los tópicos de la maternidad sí interpela esta noción. Así mismo, Clara (2022), es una aproximación a la madre que se hace desde la pregunta por ella como mujer y como sujeto proponiendo nuevos paradigmas en la relación madre-hija.

Clara (2022)

La diversidad sexo genérica constituye una categoría independiente como parte de la relación con la identidad y con la expresiones de aceptación, cariño, amistad presentes en las historias, pero sobre todo en la construcción de la mirada. Títulos como La señorita María (2017), o Si dios fuera mujer (2022), dan cuenta de las amplias posibilidades y necesidades que pueden hacerse al respecto.  

Finalmente, como parte de los afectos quisiera mencionar la película Todo comenzó por el fin (2016), en la que la amistad tiene un lugar como en pocas. Como parte de lo que nos determina, la relación con los pares, los vínculos amistosos y las huellas de una generación dan también indicios innegables para entender el mundo. Pocos documentales se ocupan de la belleza, el sufrimiento y las luchas que libran con los amigos. Quizá otro buen acercamiento a ello sea La fortaleza (2022), esta vez con una pasión futbolera como motor. Finalmente, Del otro lado del mar (2023), es un intercambio epistolar audiovisual que construye y articula una amistad.

La fortaleza (2022)

  • Entre la memoria y los afectos

Camilo un amor eficaz (2023) es quizá una de las películas recientes que mejor expresa el vínculo entre los afectos y la memoria. Marta Rodríguez, como una cineasta con trayectoria y reconocimiento, nos ofrece en esta obra una conversación imaginaria con su amigo Camilo Torres en torno a la lucha, a las estrategias, a las decisiones y al legado que dejó. Lo más interesante que tiene la película es el riesgo que implica poner la imaginación como estrategia y compartir lo que seguramente han sido sus monólogos sobre las preguntas que solo un par de amigos pueden plantearse. La relación entre la esfera pública y privada es una de las vertientes más interesantes de la época que comparte el documental con otras artes. Por eso cuando los relatos familiares y personales se ponen en perspectiva con la historia y el contexto, las películas ganan una dimensión de documento donde las afirmaciones son a la vez una implicación y un reconocimiento en el que el cineasta reivindica el lugar de enunciación personal, pero sobre todo asume la responsabilidad como un actor social con voz. Solo por mencionar algunas de las producciones recientes que podrían ser incluidas en este apartado, por supuesto con matices, formas y asuntos muy diferentes son: The smiling Lombana (2019), El árbol de Matias (2020), Las razones del lobo (2022), El rojo más puro (2023), entre otras. Cada una de ellas propone un aspecto distinto, un cruce particular y una forma singular en la que confluyen la familia y el afecto con las preguntas por el dolor, la violencia, el narcotráfico o la inequidad. 

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El documental como forma narrativa ofrece una combinación entre la investigación, el rigor argumentativo y la fuerza del relato. En ese orden de ideas y como parte de los discursos de lo real, hay en él una fuerza transformadora capaz de generar el reconocimiento de los otros, despertar empatía y abrir puertas para el diálogo y la comprensión. Si se nos permite una metáfora, uno de los principales problemas de Colombia ha sido la falta de conexión entre sus territorios y este asunto cobra relevancia cuando se evidencia el desconocimiento entre sus regiones, culturas y comunidades. El documental es una poderosa herramienta para acercar y conocer esas realidades que incluyen hechos de violencia física y simbólica presentes por décadas, pero también puede crear puentes y conversaciones. De esta manera, el documental se reafirma como un discurso contra lo hegemónico que interroga a la historia oficial.

*ana.lopez3@udea.edu.co
Profesora asociada
Facultad de Comunicaciones y Filología
Universidad de Antioquia

1. https://www.proimagenescolombia.com/secciones/cine_colombiano/cine_en_cifras/CineEnCifras24/index.html (volver)

2.  Correa Restrepo, J. D. (Ed.). (2004). Cuadernos de cine colombiano No. 5: Balance documental. Cinemateca Distrital ; Instituto Distrital de Cultura y Turismo. (volver)

3.  https://alados.co/el-cine-documental-en-colombia-hoy-conclusiones-y-recomendaciones/ (volver)