Cuando Azurkherlaini llegó, ya el manantial de la vida eterna se había secado.
Sintió miedo y comenzó a rezar.
“No tengo esposa ni hijos, ¿Quién va a recordarme cuando muera?”
Dios escuchó sus plegarias y sembró el Khat para él.
“De ahora en adelante”, le dijo Dios,
“Quien se alimente de esta hoja divina va siempre a recordarte”.
En su primer largometraje, Faya Dayi, la cineasta de origen mexicano-etíope Jessica Beshir nos propone una inmersión sensitiva construida a partir de narraciones melancólicas, políticas y sagradas de la región de Harari en Etiopía. Esta tierra, en la que la realizadora pasó parte de su infancia, debe su nombre a la histórica ciudad de Harar, considerada como la cuarta ciudad santa del Islám después de La Meca, Medina y Jerusalén, y punto neurálgico del comercio de la región.
En paisajes semiáridos, a unos 1800 metros sobre el nivel del mar, donde conviven históricamente diferentes etnias, lenguas y creencias, fue realizada a lo largo de casi diez años esta sorprendente pieza cinematográfica. Un viaje espiritual que, además de trazar la génesis y transformación de la tradición de la hoja de Khat, da cuenta de su impacto sobre la actual juventud etíope.
También en Harar, la ciudad amurallada que reúne tradiciones africanas e islámicas, se adentra la cámara cautiva de Jessica Beshir, recogiendo fragmentos de sus esquinas, muros, ventanas y callejuelas empedradas. A pleno sol del día o en la penumbra de la noche, se revela ante nosotros la casa y ciudad del poeta Arthur Rimbaud, una suerte de mosaico lleno de secretos.
Profundamente anclada en su tiempo, la obra de Jessica Beshir abarca temas como los efectos del reemplazo de los cultivos tradicionales de café por el jugoso negocio del Khat, el acecho de la sequía o la desolación de una generación en plena fuerza de trabajo obligada a buscar fortuna en tierras extranjeras.
Sin embargo, Faya Dayi no solo pretende relatar cómo estas realidades políticas y económicas modulan el paisaje interior y exterior de la región de Harari. Sus inquietudes y, tal vez, su principal apuesta, es la recuperación de una memoria cultural dispersa entre las diferentes generaciones de hombres y mujeres del lugar.
Siguiendo una leyenda de tradición sufí que relata el viaje del piadoso emir Azurkherlaini en búsqueda del manantial de la vida eterna, se establece un elaborado trabajo de aprehensión del mundo intangible por la imagen. Aquí, el cine opera como una vía posible para alcanzar una memoria de carácter divino.
A través de una construcción narrativa y plástica, que expone sutilmente los principios de dualidad de la propiedades del Khat -luz y tinieblas-, se manifiesta el ojo atento de la cineasta, quien traza un puente entre una experiencia sagrada y un fenómeno social.
Gracias a este diálogo que pasa por alto las jerarquías establecidas, Faya Dayi articula lazos entre tradición oral y evocación litúrgica. Toda una exploración de la palabra y en particular de su alocución sonora. Un aspecto meticulosamente trabajado en la edición que da cuenta de la arquitectura circular de la obra.
Filmada en blanco y negro en una delicada cadencia hipnotizante, Faya Dayi muestra una a una las etapas de la producción artesanal de la planta. Comenzando por su cultivo en áreas rurales, el consumo tradicional, la distribución y luego venta en mercados y centros de acopio de la ciudad.
En este fresco compuesto por rituales, cuerpos y atmósferas, se entrelazan voces de donde surgen historias de amor fallidas, plegarias sagradas y relatos sobre exilios forzados.
Planos fijos y secuencias en cámara lenta contienen las acciones casi imperceptibles de donde emana el universo simbólico de la obra. Una suerte de inventario donde elementos domésticos y litúrgicos son cuidadosamente dispuestos para su registro.
Además de este repertorio iconográfico, la propuesta plástica de la obra se sostiene en el trabajo exquisito del negro. Un elemento imprescindible para el lenguaje cinematográfico, que la cineasta viene desarrollando desde sus inicios con sus cortos Hairat, He Who Dances On Wood y Heroin. El negro es dentro de la obra no solamente una textura y una sustancia, es el medio a través del cual la obra nos acerca a la luz.
Sin precipitación, y gracias a su pureza gráfica, la generosa Faya Dayi se presenta como el testimonio de un cierto estado del mundo.
Faya Dayi (Jessica Beshir, Estados Unidos, Etiopía, Qatar, 2021). 120 min.
Site : https://www.fayadayi.com/
Premios 2021 : Visions du Réel – Nyon (Suisse) – Grand Prix – Compétition Internationale Longs Métrages & Prix de la critique internationale – Prix FIPRESCI.
Sundance Film Festival – Utah (États-Unis) – World Cinema Documentary Competition
Fuentes:
https://www.youtube.com/watch?v=Z-E7VMC2K4A&ab_channel=FilmatLincolnCenter
https://www.indiewire.com/2021/01/faya-dayi-review-ethiopia-documentary-1234613224/
https://variety.com/2021/film/reviews/faya-dayi-review-1234917160/
https://www.visionsdureel.ch/photo-video/2021/faya-dayi-jessica-beshir/
https://www.courrierinternational.com/article/2014/08/07/dans-les-pas-de-rimbaud-l-ethiopien
https://www.nexos.com.mx/?p=14650
Bíbata Uribe Cárdenas es investigadora independiente, graduada en Historia del Arte y Patrimonio Cinematográfico en la Universidad Paris 1 Panthéon-Sorbonne. Es miembro fundador de El Perro Que Ladra, colectivo que desde hace 10 años promueve y difunde el cine latinoamericano en Francia. Actualmente es parte del equipo de coordinación y programación del Panorama du Cinéma Colombien (París), festival que en 2021 celebra su 9 edición. Desde el año 2019 es curadora asociada en programación internacional para la MIDBO.