La MIDBO ha sido -y es- uno de los espacios más vitales del cine documental en Colombia. Mi relación con la muestra empieza en el año 2008, cuando estrené mi primera película Bagatela. En ese entonces desconocía por completo los entresijos de los festivales de cine y no tenía idea de lo que significaba el estreno para la vida de una película. Tuve la suerte de empezar mi recorrido en la Muestra. Así conocí a dos personas maravillosas dentro del cine documental colombiano, Ricardo Restrepo y Patricia Ayala, que junto al comité de selección habían prestado atención a mi documental. Con su empeño le dieron alas a mis intereses en el cine. Estrenar en Bogotá, en una sala de cine con público, era más de lo que alguna vez había imaginado. Desde ese entonces solo guardo cariño y gratitud a la MIDBO y a la gente que la hace posible.

Al pasar los años y haberme sumergido en esta labor, tuve la oportunidad de colaborar en una edición de la muestra, dirigida por Pablo Mora. Junto con su equipo pudimos hacer posible una primera serie de actividades relacionadas con el llamado documental expandido o, en otras palabras, la intersección de representar la realidad usando diferentes tecnologías.

Estos dos instantes de la muestra han sido vitales para mi trabajo y resumen en gran parte mi relación con el cine. Han sido momentos de apertura, de oportunidades y de grandes aprendizajes. Para mí, la MIDBO siempre ha sido un lugar amable, en el sentido literal de la palabra, un espacio para querer; que lo puedo cristalizar en la figura igualmente amable de Ricardo Restrepo, en su labor titánica de dar espacio a un cine que poco importaba -o importa- en el país, trayendo siempre voces poderosas, sugerentes y provocadoras del cine; tendiendo puentes entre realizadores, productores, investigadores e instituciones; con ese saber hacer, tan pausado, tan respetuoso y amigable, que siempre tuvo Ricardo. Todos los equipos que ha tenido la muestra han compartido ese espíritu inicial, tan tenaz y decidido.

La MIDBO cumplirá 22 años en el 2020 y solo puedo esperar que siga siendo ese espacio único en Bogotá, donde se confía en la realidad como arma para comprender al otro, donde se piensa el cine como reflejo de lo que somos.