UNA CONVERSACIÓN ENTRE JUAN CARLOS RULFO Y JACARANDA CORREA

CARTAS A DISTANCIA
Jacaranda Correa

Ha transcurrido más de  año y medio después del “paciente cero” el 18 de marzo de 2020. De él solo sabemos que tenía diabetes y 74 años. Empezó a sentirse mal el 8 de marzo y murió en un hospital público en Gómez Palacio Durango. Pero no,  en realidad él no fue la primera víctima de Covid. Porque la historia detrás de cámaras cuenta que  la primera víctima mortal del virus fue un hombre de 41 años, también con diabetes,  que falleció ese mismo 18 de marzo en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias de la Ciudad de México. ¡Qué más da! Paciente cero, paciente 500 mil. La realidad es una fiera indomable.

Diez y ocho meses en los que hemos perdido tanto y a veces todo: amigos, familia, vecinas, conocidas, colegas, querencias. Y quizá lo más doloroso, la imposibilidad de abrazar a nuestros muertos y concluir el ritual del adiós. Pero acaso lo más difícil haya  sido la dificultad de comunicarnos con nuestros enfermos, a quienes no pudimos mirar ni asistir en medio de su agonía. 

Y aquí es dónde comienza esta historia, Cartas a Distancia, un mecanismo improvisado de adioses, cual escribanos en la era de internet.

Esta es una película que habla del amor, de la pérdida, de los lazos involuntarios que se fueron tejiendo entre familias y enfermeros, doctoras, camilleros, intendentes, en medio de un confinamiento abrazado por la incertidumbre. Tiempos de covid19, abrumadoramente apocalípticos.

Cartas a Distancia, el sexto largometraje del cineasta Juan Carlos Rulfo, es a todas luces una película catártica, conmovedora, un registro hasta hoy inédito de aquellos tiempos que siguen siendo los de hoy. Lleno de humanidad, el largometraje documental se  fue construyendo en medio de un momento de confinamiento, cuando  el  virus y su enfermedad se convirtieron en estadística, en reclamos inagotables hacia las autoridades acompañados de infinitos titulares mediáticos que no hacían sino contar muertos, contagiados, recuperados. Un tiempo en el que las personas, fuimos enterradas por una avalancha de números.
Este es el punto de partida de Cartas a Distancia, una película cuyo eje es la clínica 27 del Instituto Mexicano del Seguro Social, en Tlatelolco. En este universo no hay cifras, no hay datos, sólo familias, mujeres, jóvenes, ancianos, personas de carne y hueso. Quienes hasta ahí llegaron no tienen seguro privado, es la clase trabajadora que ha ido labrando su destino con la certeza de que si algún día llega a enfermar, cuentan con seguridad social para ingresar a cualquier hospital público, aunque en muchos de ellos se respire el polvo de los años y el abandono, la carencia desmesurada provocada por décadas de corrupción.

A lo largo de la película seremos testigos, gracias a la mirada aguda y delicada de Juan Carlos Rulfo, de la forma en que se tejen y construyen lazos de amor y solidaridad en tiempos de desasosiego. Vínculos insondables en ese México profundo donde la familias nucleares, y otras no tanto, se vuelven pilares, sobre todo cuando de la madre y el padre, todos, todas, “arrimando el hombro” por un fin común.

Cartas a distancia es una suerte de homenaje a esos nodos familiares de clases populares, que durante toda esta pandemia han tenido que aferrarse a la vida a pesar de las enfermedades a cuestas y de la precariedad. Pero también, la película es  un recordatorio de que la muerte, como dice en tono casi filosófico El Calavera, personaje central de este relato, es un episodio inevitable.

Y quizá sea esta escena construida magistralmente por El Calavera, quien en el nombre lleva la sentencia, el momento en el que se define el corpus del largometraje. La muerte como hecho inevitable y a la que, en vez de abrazarla con consuelo, aprendimos a tenerle un miedo inenarrable en estos tiempos de COVID.

En ello pensaba cuando Juan Carlos Rulfo me llamó para proponerme usar el texto que escribí en enero de este año, después de librar una ardua batalla contra el virus del SARS-CoV-2. Una crónica en primera persona donde daba cuenta de esos días en los que uno se acerca a la muerte, pero sin miedo a la muerte, como diría Jorge, El Calavera.

Fue así como quedaron incorporados a esta película, fragmentos de mis emociones, horas de dolor y angustia, mezcladas con la vida testimonial de mujeres y hombres, familias enteras que, como yo, quizá entendimos que sabemos poco del dolor y que probablemente solo lo entendemos en la más profunda soledad, la que se acaricia cuando estás enfermo de COVID.

Editada por Valentina Leduc, Cartas a distancia, una película cuya premisa apunta a señalar que las pequeñas cosas siempre serán las más grandes, aún no tiene fecha de estreno. Filmada primero con recursos propios y después con fondos que fueron sumando a la producción, a este poderoso  documental le auguramos gran éxito. Y es que además de su  fuerza cinematográfica cobijada por personajes entrañables, la música será sin duda la cereza en el pastel. Philip Glass y Leonardo Heiblum, serán los encargados de potenciar la fuerza narrativa de este documental.

El mérito es de la amistad y la colaboración que ha habido durante décadas entre Glass con el compositor mexicano Leonardo Heiblum, productor musical de Cartas a Distancia y cuya notable lista de créditos cinematográficos incluye películas aclamadas como Frida de Julie Taymor, La Jaula de Oro de Diego Quemada, la última película de Tatiana Huezo, Noches de Fuego, aclamada en Cannes y el multipremiado documental de Juan Carlos Rulfo, realizado en el 2006, En el hoyo.

 

EPÍLOGO

Esta entrevista fue realizada en el verano de 2021, cuando Juan Carlos Rulfo, viajaba al lado de Valentina Leduc, filmando el recorrido por Europa de la caravana zapatista en busca de la reconquista. Durante esta conversación, mientras nos arrastra la tercera ola Covid, hablamos durante casi una hora de la película y la vida, de estos tiempos, de las búsquedas personales, de los cambios y los no cambios, de cuánto aprenderemos realmente después de esta larga pandemia.

Al final me quedo con un gran sabor de boca, luego de esta plática vuelta entrevista con Rulfo, quien además del cine abraza otras pasiones como la permacultura y la arquitectura del paisaje. “Vivimos una época de cambio en el que enfrentamos excesos en los usos y costumbres del mundo. Buscar alternativas de comunicación y de producción es prioritario. Encontrar un lenguaje audiovisual con el que podamos hablar de la justicia y de los valores humanos es la meta. Me siento muy satisfecho por el trabajo realizado hasta hoy. Pero siento que es momento de cambiar. Es tiempo de arriesgar en la búsqueda de nuevas formas de trabajar y de contar. En esas estoy”.