Diarios de rodaje

Cuaderno de trabajo de Señorita María, la falda de la montaña. Rubén Mendoza

Estos cuadernos, que inauguro cada vez que empieza oficialmente la preproducción de una película mía, de ficción o documental, son la posibilidad de pasar la materia cinematográifca, pura y en transformación, por las manos. Acerca más entonces la noción de artesano que la odiosa y distante de “autor”, a la que tanto culto se le rinde. Estos cuadernos se “inauguran” después de años de trabajo en otros cuadernos que son como un taller de ensayo: acá aparecen porque el proyecto ya tiene vía y claridad. Pueden sumar, por su gran tamaño, lo que harían 15 o 20 cuadernos normales, con la ventaja de que toda la evolución de un proyecto que da consignada en el mismo lugar y facilita su consulta por donde quiera que vaya el proyecto o uno con él. Funciona también como una especie de hoguera que se rodea con el grupo de trabajo a diario, antes o después de hacer: al diseñar o evaluar, al fabricar o retomar. Se vuelve también una especie de objeto sagrado en el trabajo, donde la disciplina de muchos se encuentra y toma forma.

 La gran diferencia entre estos cuadernos cuando se usan para documental o para ficción son las secciones del mismo y la extensión de esas secciones. En ficción el grueso está en el guion que se pega con cinta hacia el exterior, página por página, para que las propias hojas sean un lienzo a disposición en la preproducción, en los ensayos, en el rodaje. En esas páginas en blanco se dibuja la película, o las secuencias que se consideren (yo lo he hecho antes del rodaje, o durante, o hasta después y a veces solo con secuencias específicas de la película o con la película entera sabiendo que todo es susceptible de ser cambiado en la gran escritura del rodaje, con tantas revelaciones, con actores, con la última luz, con la energía del paisaje, con las últimas condiciones anímicas y la energía del trabajo colectivo). Hay fotos de artistas pegadas que inspiran la película, fotogramas, colores, letras, poemas, referencias de todo tipo (también puede pasar en el cuaderno documental), y luego están las secciones mucho más austeras de montaje, diseño sonoro, anontaciones de diseño sonoro, reflexiones y trabajo sobre la música, cuando tiene, anotaciones de mezcla, color y finalización. 

En documental en cambio, puede haber muchas más secciones. En este cuaderno algunas era: mapas y utilitarios; programación de las Semanas Santas (filmamos 3 en 3 años distintos), mapas y distancias de lugares, diseño de cuestionarios, bitácoras de lo buscando en el día, orden las entrevistas, asuntos de búsqueda, estado anímico de los filmados, especialmente de la protagonista, genealogía, líneas temáticas, etc… tantas secciones como se ocurran con la gran ventaja del tamaño colosal del papel, que permite que cada sección pueda tener un desarrollo en el mismo golpe de vista por meses. La gran sección sin embargo de estos cuadernos en documental es el montaje. En este caso hay infinidad de escaletas, reclasificación total del material en lo que ocuparía, como descripción un solo cuaderno normal, desarrollo de siglas, de líneas de relación, de intentos de estructura. Se suma por ejemplo una página de “Impajaritables” donde se enlistan las situaciones (con sigla: frases, escenas, o temas) que de ninguna manera, según mi criterio, pueden quedar por fuera de la película: lo innegociable para sentirla mía. En este caso es una lista de más o menos 73 puntos. Como fuimos tres montajistas a lo largo de dos años (Juan Soto Taborda, Gustavo Vasco y yo), que vertían toda su energía y criterio, esta lista surgió para, por lo menos en mi sentido de lo fílmico, poder sentir la obra en mí, y servirme en ella. El resto era evaluable y debatible, y detenidamente pensado, discutido, pelado, reído, pensado, desgastado, desarticulado, regurgitado y armado.

 

Algunas de las imágenes corresponden a esa clasificación “demencial” que se hizo de todo el material, en 21 días de encierro con el mismo, lejos de todo, y donde hasta se acabó la tinta y se pasó al lápiz. Acá solo dos páginas de este asunto, y en la que justamente se acaba la tinta y pasa a lápiz.

  

En esta foto se puede apreciar una de las escaletas de replantear el montaje, y también con la mano humana, se entiende la escala descomunal de los cuadernos.

 

Esta foto es la fantasía a la que en los largos ratos de espera, a veces nos entregábamos con la señorita: acá yo diseñaba lo que podía ser un hogar de fácil construcción y con varias soluciones prácticas (como todo el techo para recolección y almacenamiento de agua, como calentador de leña que da al cuarto, al baño y a la sala siendo una sola fuente, etc). Acabamos gestionando una casa mucho más completa, grande, y completamente amoblada junto a las entidades y fundaciones que nos acompañaron en que esa vida, también a nivel logístico, tuviera un nivel más cercano a su dignidad y generosidad (las de la Señorita).

Esta es la lista de impajaritables, a la izquierda, y a la derecha una improvisada estructura de líneas temáticas para clasificación de material.

 

 Estes son dos columnas de relación de material y temática

 

Después, al igual que en ficción aunque, en general, mucho más somero, también se tiene la sección de posproducción, cada tanto interrumpida por páginas de anotaciones sobre los cortes (versiones de evolución e involución de la película en el proceso), diseño de sonido, mezcla, música (si aplica), etc., así como algunas páginas libres para contenido y debate variado de la misma película.