Isabel Torres en el rodaje de Señorita María la falda de la montaña Foto: Santiago Mendoza Moreno.

Si ya de por sí el sonido para audiovisual es un misterio, tanto para espectadores como para trabajadores del cine en sus distintas áreas, hablar de las especificidades del sonido para películas documentales es un tema exclusivo del gremio de los sonidistas.

En primer lugar, las diferencias son grandes, desde la captura de sonido o sonido directo, hasta la concepción sonora y el montaje de pistas. Tanto así que podría escribirse una tesis de maestría sobre el sonido para documentales. Como el espacio es breve me centraré en el sonido directo para documental o no-ficción.

Hay dos retos que plantean la toma del sonido documental: el físico y el de conseguir la empatía necesaria hacia los compañeros de equipo, los personajes y el entorno en el cual se desarrolla la película o la historia que se está contando en tono documental.

Las diferencias entre el momento de la captura del sonido directo para ficción y para documental son contundentes; generan un estilo y una forma de ver la vida. No a todos los sonidistas les gusta hacer sonido documental; la configuración y el esfuerzo físico hacen que no sea para todos.

El sonido directo para ficción se hace acompañado con un pequeño equipo de dos, máximo tres personas: el sonidista, el microfonista y su asistente.

El sonidista se encarga del registro sonoro (modular la señal, grabarla, nombrarla, reportarla); toma las decisiones con respecto a la microfonía a usar y el emplazamiento de la misma; se comunica directamente con las jefaturas de otros departamentos (arte, fotografía, dirección, producción), y concierta las decisiones entre todos; se responsabiliza del material de sonido.

El microfonista se encarga de posicionar los micrófonos y el manejo de la caña o boom, instrumento donde se suspende el micrófono principal; deberá ubicar donde el micrófono, la caña o el cuerpo de quien la maneja no se vea en el plano, además de emplazar micrófonos inalámbricos a los personajes. Cabe anotar que la estructura de un rodaje de ficción es completamente piramidal.

El sonido directo para documental se hace en solitario. Es decir, el rol de sonidista y microfonista es asumido por una sola persona, lo que implica un gran esfuerzo físico ya que se carga un arnés con grabadora/mezcladora, receptores de inalámbricos, envíos de monitoreo, baterías de cambio, cables, cintas y todo tipo de accesorios y, además, hay que manejar la caña, es decir, hacer lo que en la ficción hace el microfonista.

¿Por qué una sola persona? ¿Por qué no llevar un microfonista a un rodaje documental? Mi respuesta, luego de trabajar en documentales, es que al dispositivo documental le conviene ser lo mas pequeño posible, pues siempre será invasivo, en cualquier realidad, alguien con una cámara y, si son varias personas, será aún más invasivo.

Sabemos que las películas documentales no son “la realidad”. Una vez se decide un punto de vista sobre algo, estamos manipulando eso que sucede ante la cámara. Aún así es importante tratar de invadir poco, ser invisibles, una utopía… Así, los equipos de un rodaje documental son pequeños, de tres a cuatro personas: dirección, cámara, sonido, producción. Hablamos de tres a cuatro personas frente a 15 en un rodaje de ficción muy pequeño, un equipo grande de rodaje de ficción que, en Latinoamérica, puede llegar a tener hasta 50 o más personas intermitentes en su equipo.

La naturaleza del rodaje documental es íntima y directa. Alguien hizo la siguiente analogía en una conversación de sonidistas: mientras la ficción era como la música de concierto en formato de orquesta, el documental era como el jazz, donde cada miembro del equipo improvisa sobre un tema planteado.

La conexión generada entre las personas que conforman un equipo ha de ser grande, pues el documental exige sincronía –como si el équipo fuera un cerebro único, que habla sin palabras–. Por lo tanto, hay que interiorizar la historia que se está contando, adentrarse en esa realidad, ser parte de ella. Lograr la empatía con los personajes y el entorno son cualidades mucho más buscadas en un sonidista de documental, que un gran conocimiento técnico. No obstante, el conocimiento técnico sabrá dar soluciones inmediatas en la improvisación. Técnicamente se lograrían mejores resultados si alguien pudiera estar únicamente encargado de manejar el micrófono por horas –como sucede en los rodajes documentales–, pero haría evidente la realidad que se quiere, utópicamente, no tocar.

Cuando un sonidista de documental llega a una montaña perdida de Colombia, su aparición es semejante a la de un astronauta o un samurái, cargando aparatos en su arnés, luces, audífonos y, en una de sus manos, sosteniendo un palo con un peluche. La imagen es ciertamente extraña, difícil de ignorar y, entre el peso del equipo, las relaciones humanas y la armadura que viste, el sonidista debe hacerse invisible para poder capturar la voz de los personajes, viviendo o contando su historia.